Resumen:
La minería representa una de las actividades más antiguas en la historia de la humanidad, desde la Edad de Piedra es la principal fuente de recursos en la elaboración de herramientas para el trabajo. Su ejercicio se manifiesta a través de la “obtención selectiva de minerales y otros materiales a partir de la corteza terrestre” (Ministerio de Minas y Energías, 2003, pág. 108). Ya sea como ciencia, técnica o actividad, su finalidad es la de descubrir y explotar yacimientos minerales a través de los trabajos realizados en la superficie o casi siempre, de manera subterránea.
En la América Precolombina, tanto la extracción de minerales como la creación de aleaciones metálicas se concibió como una expresión cultural y espiritual por parte de las comunidades nativas, así como una forma de satisfacer sus necesidades a partir de la creación de herramientas, vasijas, recipientes, armas (Zapata, 2020). De dicha época hasta la actualidad, los principales metales utilizados en el desarrollo de las ciudades americanas fueron el oro, la plata y de forma posterior se incorporaron el estaño, cobre y bronce. A partir de un proceso de expansión europea en búsqueda de nuevas rutas comerciales para los siglos XV y XVI, surge en América un sistema de dominación política y militar motivado por la ambición de los metales preciosos por parte de la nobleza y la Corona Española. Con el fin de su obtención para suplir las obligaciones con la banca y con ello, sostener la empresa bélica en Europa y su hegemonía, surge el sector minero en beneficio del imperio Ibérico en el “Nuevo Mundo” (Pérez Sáenz de Urturi, 2005). A mediados del siglo XIV en el marco del principio de patrimonialidad se estableció el ordenamiento de Alcalá, dónde el Rey Alfonso XI, decretó que, además de las rentas previstas en Las Siete Partidas por la explotación de minerales, todo lo encontrado pertenecería a la Corona.